
PESCANDO LA GAMBA ROJA DE GARRUCHA (ALMERÍA)
4:45 de la madrugada. Bar Bounty. Garrucha (Almería).
Me cité la tarde antes con Gaspar Jiménez, capitán del Caballo Rayo II, en la única cafetería que abre a las 5.00 de la mañana para dar el primer café del día a los marineros del puerto de Garrucha.
Gaspar es patrón mayor de la Cofradía de Pescadores del puerto de Garrucha, el segundo más veterano de los nueve barcos pesqueros de arte mayor que aún sobreviven en Garrucha. Su barco, el Caballo Rayo II, es el más antiguo de todos. El único cuyo casco, cubierta y puente está construido enteramente de madera, frente al resto de la flota, mucho más moderna en la que la fibra de vidrio y carbono es la predominante.
Nada más llegar al puente de mando, Gaspar se quita la camiseta. El calor en cabina es asfixiante y él pasará ahí 11 horas sin separar la vista de los innumerables paneles que tiene delante. En su concentración, experiencia y buen hacer está el éxito o fracaso de la jornada. En eso y en que no vuelva a ocurrir como en 2013, cuando la preciada gamba roja desapareció del fondo marino como por arte de magia, durante algunos meses, dejando en jaque a la pequeña flota pesquera que aún sobrevive a duras penas en Garrucha y, por ende, a los más de 170 empleos que este puerto genera.
Una vez puesto en marcha todo el protocolo de zarpado, nos incorporamos a la caravana de pesqueros que ya abandonan el puerto, rumbo a la “corría” de hoy. La corría son rutas preestablecidas fruto de la experiencia de los marineros. Previamente al zarpado, cada barco decide cuál hacer, en función de la climatología, de experiencias pasadas, de la época del año y, sobre todo, de que tal se le dio a algún compañero el día anterior en esa ruta.
Hasta dentro de aproximadamente 1 hora, no comenzaran a soltar redes. Mientras tanto nos podemos deleitar con una hora azul y un mar en calma que nos regalan un paisaje precioso.
Cada marinero tiene su rol perfectamente mecanizado. Previo al aviso del patrón, ya se encontraban cada uno en su puesto para desempeñar su labor. La jornada es monótona y aburrida. Diez horas a bordo recorriendo la “corría”, solo interrumpida cada hora y media aproximadamente, en la que los marineros y el patrón realizan el cambio de dirección. Ir y venir sobre un mismo camino, unas 7-10 veces al día en función a las características del barco.
El cruce con otros barcos de la cofradía es continuo, a medida que los barcos con motores más potentes cobran su ventaja. Y es que, contar con un barco más potente, supone “arrastrar” más kilómetros por día, lo cual se traduce en más capturas.
Gaspar, que como os he contado al principio es Patrón de la Cofradía de Pescadores de Garrucha, pasa parte de su jornada hablando con la emisora con el resto de barcos de su cofradía. Intercambian opiniones, hablan de todo un poco y, de vez en cuando, Gaspar tiene que mediar en los conflictos que surgen entre los diferentes barcos. El mas habitual se produce cuando el barco que va delante no respeta la “corría” del que va detrás, ocupándola y por tanto restándole alguna que otra captura. Pero ninguna discusión va nunca a mayores.
El día de hoy es prácticamente perfecto. He tenido suerte. El mar está en calma, con pequeñas olas que zarandean el barco levemente. Pero no todos los días se puede contar con una climatología así. Los barcos faenan 6 días a la semana, con olas o sin ellas, con frío, con lluvia…
El crujir de los cables en tensión que unen las redes al barco se hace constante durante toda la monótona jornada.
A eso de las 13 horas comienza a oler a comida. El cocinero está preparando el almuerzo para todos. Hoy, salchichas en salsa de vino blanco con patatas fritas. Os puedo asegurar que me supo a gloria y que estaban buenísimas.
A las 17 horas comienza el momento más esperado del día. Se comienzan a izar las redes, lo cual lleva algo más de media hora. En breve sabremos si el día ha sido fructífero. Y no os voy a engañar, yo esperaba izar unas redes rebosantes de gamba roja. Cuando la red se posa en la cubierta, me llevo una gran “decepción”. No más de 70 kg de captura, que como podéis ver en la fotografía, parece poco. Muy poco.
Una vez esparcida la carga de las redes sobre la cubierta, todos se afanan en clasificar la captura. Todos incluido el capitán, que al comienzo del izado de las redes puso el piloto automático rumbo a puerto para ayudar en las labores de clasificación.
Gamba pequeña, gamba mediana, gamba grande y otros peces que se han “colado” en las redes. Cada cosa a su bandeja.
Llegamos a puerto y aún está el capitán enfrascado en las labores de pesado. El día se traduce en poco más de 50 kg de gamba roja y unos 10 de otros tipos de pescado.
Cada marinero se lleva una pequeña parte de la captura para consumo propio. El resto entra directamente en la lonja para ser vendido. El precio de la gamba roja hoy parte de los 62€ por kg.
El capitán me explica que el día ha trascurrido dentro de la normalidad, que hay días mejores y días peores, pero que la media suele andar por días como hoy. Y es ahora cuando, después de hacer cuentas mentales, entiendo eso de que los pescadores, más que vivir, sobreviven.
Porque no solo se paga el gasoil (unos 650 euros por día), también está el sueldo del capitán y la tripulación (4 personas), los seguros de tripulación y barco, que son muchos y cuantiosos, el coste del propio barco (adquisición y mantenimiento), el precio de los costosos equipamientos de a bordo que el ministerio de agricultura y pesca obliga a tener: sonar, radar, localizador GPS (que tiene que estar conectado en todo momento desde que zarpa el barco), y muchos otros más que podéis ver en las fotografías. También hay que tener en cuenta el coste de mantenimiento de las redes y artes de pesca, los víveres y la parte proporcional que se lleva la lonja.
En cualquier caso, fue un gran día y una maravillosa experiencia. Muchísimas gracias a Gaspar y a toda la tripulación del Caballo Rayo II, por su hospitalidad y amabilidad. Si no lo habéis hecho ya, no dejéis de probar uno de los mejores bocados que nos ofrece nuestro Mediterráneo: la Gamba Roja de Garrucha.
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